sábado, 27 de noviembre de 2010

Rescate número 2

Aquí va el segundo "positivo" prometido...

EL JARDÍN DONDE LOS SENDEROS SE BIFURCAN (Año 2003)

Hoy he vuelto de nuevo a nuestro jardín y un cúmulo de inexplicables sensaciones invade mi ser. No sé que debo hacer, pero por fin me he decidido ha hablarte:

Hace un mes que no venía por aquí, no tenía suficiente valor para volver al último sitio donde te vi lleno de vida, donde te vi sonreir, donde te pude abrazar...¡Siempre te he querido tanto!
Ahora todo es distinto, quererte me desgarra el alma porque siento que no puedo tenerte y eso me mata, me ahoga por dentro. No aguantaría poder verte como un cuerpo inmóvil al que parece que se le escapa la vida, por eso te escribo en vez de hablarte como lo hice hace días desde los pies de la cama de aquel triste hospital.
Siento no estar contigo, sé que es ahora cuando más me necesitas pero al ver tu rostro con esa infinidad de diminutos tubos y no poderlo acariciar... tengo miedo de hacerlo y causarte algún daño, pero más miedo me da perderte sin haberte dicho que te amo.

Desde el día que nos conocimos comenzó una amistad, la cual fue creciendo sin parar. Cada día veníamos a este jardín donde hacía de mi sueño una realidad: Ver esa sonrisa que me invadía de felicidad, recorrer juntos el camino. juntos hasta el final, sin separarnos un momento.

Un par de días han pasado y la pena continúa invadiéndome. Ayer cuando caminaba por el jardín un sentimiento afloraba en mi piel más real que la propia vida: Te quiero y nunca lo podrás saber. Te he perdido para siempre, ya nunca te podré tener, nada tiene sentido par mi y mi fe se desvaneve por completo.
Siento culpa por no haber podido estar contigo en aquel momento, por no haberte dicho adiós. Impotencia, por desear algo con todas tus fuerzas y no poder hacer nada al respecto.

Ahora pienso en el jardín, en nuestro caminar juntos diario y temo no poder seguir adelante. No creo poder volver a él, pues me hace recordarte tanto que duele. "Este es nuestro jardín, pequeña" solías decir... Pero hoy todo ha cambiado, jamás será de nuevo nuestro jardín. Pues hoy es el jardín donde los senderos se bifurcan, nuestros senderos se bifurcan por primera y última vez.

Rescate número 1

Buscando entre papeles esta mañana he encontrado 2 pequeños textos creados hace años... Me ha provocado una sonrisa poder recordar aquellos momentos y me apetece compartir mi forma de escribir de aquel entonces... Espero que os gusten y os hagan recordar a alguno de vosotros aquellas clases de literatura del colegio en las que si escribías redacciones te ponían un "positivo" (¡Qué tiempos! jajaja). Aquí va el primero de ellos...


CARTA A UN AMOR PERDIDO (Año 2002)

Toda mi vida la he pasado buscándote. Jamás pensé que alguien pudiera hacerme feliz como lo has hecho tú. Nunca imaginé que fuera posible que después de tanto dolor pudieras hacerme creer de nuevo en el amor.
Antes de ti no entendía que cuando amas a alguien lo haces con todo tu corazón, pero sólo tú comprendiste cuan inmensos eran mis sentimientos y en lugar de asustarte y salir corriendo los aceptaste, los igualaste e incluso en ocasiones llegué a pensar que los superabas.
A tu lado era la persona más feliz del universo y eso era lo único que importaba. Despertaba cada mañana a tu lado y siempre me recibías con una sonrisa, un beso, una caricia...

Ahora tengo miedo. Me siento perdida sin ti, sin tus dulces ojos almendrados que con una mirada de apoyo me hacía sentir comprendida. Sé que nunca nadie me volverá a mirar de esa forma, sé que nunca amaré a nadie como a ti.
En cuanto vi la manera en que el médico venía hacia mi lo supe. Ya era demasiado tarde. Te había perdido para siempre.


Ya han pasado casi 2 años y tu recuerdo permanece imborrable en mi cabeza. Me paso los días sin dormir y el tiempo parece haberse parado a mi alrededor. Te escribo esta carta deseando que desde donde quiera que estés puedas leerla; que veas que aún te amo y lo seguiré haciendo siempre, que no puedo pensar en otra cosa que no sean tus ojos, tu sonrisa...
Quiero que sepas que lo más bonito que me ha pasado en la vida es haberte conocido aquella calurosa tarde de finales de verano.

'Daría mi mundo por ti, mi alma por volver a sentir tu cuerpo junto a mí otra vez. No sé si puedes verme, lo único que sé es que jamás te olvidaré y que al final de mis días, mi amor, te encontraré...'

miércoles, 27 de octubre de 2010

El viaje de huida


El reloj de la iglesia marcaba las doce pero la plaza continuaba desierta. La brisa helada azotaba su rostro dejándolo tan helado como su corazón. La soledad le absorbía por dentro y la desesperanza inundaba su ser. Había pasado una hora y nada indicaba que aunque esperara más tiempo a ver su silueta aparecer ésta lo hiciera. No le culpaba. Tampoco a si misma. Sabía que había luchado por él y él por ella, como la gacela que intenta escapar de las fauces del león… pero todos sabemos como suelen acabar esas carreras.

Se sentó en su maleta y sacó papel y un bolígrafo de su bolso de mano. Cuando acabó su carta arrancó una flor del jardín de la iglesia y la enganchó junto a la carta en un saliente de la pared del edificio. Recogió su maleta y se dirigió a la estación con toda la determinación de la que fue capaz… sin mirar atrás. En silencio, una lágrima tras otra resbalaban por su rostro.

Tomó el tren de las doce y cuarto como tenía previsto pero con el asiento contiguo vacío. Dejó en él su bolso como si éste fuera a llenar el vacío que ese asiento significaba. Sabía que su familia nunca le habría dejado ir. Quizás tenían razón y Lucas era demasiado bueno para ella. De repente el sonido de la puerta del vagón abriéndose hizo brillar sus ojos en un atisbo de esperanza. Cuando vio a una acalorada joven entrando en el habitáculo todo el mundo volvió a caer ante ella. Clavo su mirada en el cristal prometiéndose no girar de nuevo la cabeza. Mirando el horizonte dejo que el traqueteo del tren apaciguara su alma y la sumiera en el más profundo de los sueños.

Entrando en la última estación despertó incómoda por los rayos de sol que esquivaban el inmenso banco de nubes que dominaban aquel día gris. Con los ojos medio abiertos estiró su brazo hasta el asiento contiguo para recoger su bolso y sacar algunas galletas que había preparado para el viaje. Rebuscando dentro encontró una flor que le resulto muy familiar, ya que pocas horas antes habían sido sus manos las que la arrancaran del jardín de la iglesia de su pueblo natal. Sorprendida levanto la vista y buscó con la mirada a quien pudo haberle puesto la flor en su bolso. Recorrió el tren de vagón a vagón cuando chocó contra un hombre que llevaba un café entre sus manos. Rápidamente se disculpó pero cuando alzó la vista lo vio, era él. Lucas había cogido el tren.

No sabía cómo lo habría logrado, pero su sola presencia hizo borrar todo su sufrimiento anterior. Se lanzó a sus brazos y se fundieron en un cálido beso.


En ocasiones para ser feliz nos hace falta muy poco, así que… ¿qué menos que luchar por ello?

miércoles, 29 de septiembre de 2010

La locura sin camisa de fuerza

Cuando menos te lo esperas te envuelve y no puedes escapar tan fácilmente como te gustaría. Lo peor no es que se apodere de tu mente o de tu alma, lo malo es que ni siquiera te das cuenta o te das cuenta tarde. Es una enfermedad que no sabes si quieres o no quieres padecer, aunque pocos son los que tienen la oportunidad de decidir algo al respecto.

Por un lado rodea tu mundo en un halo de felicidad, de sonrisas y risas, de pasiones sin freno. Por el otro la pena se apodera del corazón y lo atrapa en su puño cerrado hasta que suelta lágrimas de dolor. En resumen, un “sin vivir” que nos da vida… una completa locura.
Sin embargo cuanto más miedo tienes, cuanto más respeto te da, más añoras esa dolencia que te hace fluctuar como una fiebre común.

Hay quien dice que cuando tienes síntomas de enfermar es mejor cuidarse, abrigarse y como dice mi abuela: “Nena, ¡no vayas descalza!” Pero viendo el sol en el cielo no puedes evitarlo, vas a la playa a dar uno de esos relajantes paseos que nos sirven para pensar, hundiendo los pies en la arena con los pantalones arremangados hasta la rodilla.
Te acercas hasta la orilla lentamente, dudando de si debes de hacerlo o no. Y lo haces, metes los dedos en el agua aunque las nubes estén de nuevo en el cielo.

… ¡Atchús!


La piel del cuerpo se eriza, sientes el frío colándose por cada uno de tus poros y te das cuenta que no tienes camisa de fuerza…

martes, 28 de septiembre de 2010

Vacío

Llego a la estación aún de madrugada y sólo me espera un andén solitario. Pensé que estarías esperándome con un café caliente en vaso de cartón de esos para llevar que sirviera para quitarme de encima este horrible cansancio.
Bajo del tren cargado con mis maletas dejando en él parte de mi ilusión. Me siento en uno de esos incómodos bancos metálicos a esperar. Quizás te has dormido y por eso llegas tarde, o tal vez quieres que me crea tu contestación a mi e-mail diciendo que no vas a venir.

Una hora. Dos horas. Cinco.

La estación empieza a despertar con el ajetreo de gente que va de un lado a otro con sus maletas, sus mochilas o sus familiares y amigos.
Las lágrimas de despedida, los estrechones de manos, los abrazos perpetuos... me hacen recordar nuestro último abrazo que me parece tan lejano como mi felicidad. Vuelvo a sentir aquella sensación de no poder soltarte (o más bien de no querer). Tu silencio que decía tanto... hablaba de pena, de equivocaciones, del error que cometí.

Cogí un autobús cruzando la ciudad y otro más para llegar a tu casa. Llamé a tu puerta pero no hubo más respuesta que un silencio arrollador. El vacío empezaba a apoderarse de mi. Fui a casa a dejar las maletas y salí tan rápido como pude. El confort que me ofrecía mi familia me quemaba por dentro y me resultaba cuanto menos inmerecido.

Los días siguientes al choque con la realidad decidí salir de casa antes de que mi familia se levantara a desayunar. Aún con el sol escondido entre los edificios para que el amanecer no mostrara mis enrojecidos ojos por nocturnas lágrimas de culpabilidad. Porque realmente soy culpable, te hice daño dejándote así y no me lo perdonaré.

Voy a aquellos lugares a los que solíamos ir a reconstruir solo aquellos momentos que poco a poco empezaban a conformar esa rutina que algunos odian y a mi me gusta tanto. Sentado en la misma mesa, en la misma silla, giraba la cabeza cada vez que sentía unos pasos acercándose. Pero ningunos eran tuyos. Los helados sabían amargos y las series cómicas que empezamos a ver acurrucados en tu sofá me parecían una sátira hacia mi persona del peor gusto.

Pero hoy me siento a escribir por segunda vez lo ciego que estuve. No sé si leerás la carta que envié, ni si me perdonarás alguna vez. Sólo sé que seguiré aquí sentado, escuchando con los cascos (como tú lo solías hacer) mi canción favorita que por desgracia hoy tiene más sentido que nunca, girando la vista cada vez que mi imaginación quiera traicionarme con una punzada de dolor. Por si algún día apareces para abrazarme como aquel día, por si algún día decides que no quieres que aquella sea nuestra última vez.

domingo, 22 de agosto de 2010

jueves, 29 de julio de 2010

Mi niña

Con sólo una sonrisa mi vida se iluminaba. ¡Era tan pequeña! Con la tez pálida y unos ojos grandes color café. Recuerdo cada una de las curvas que enmarcaban su rechoncho cuerpecito. Suave, y con un aroma tan agradable... Nenuco. Le encantaba el agua. Chapoteaba en su bañera con una felicidad que hacía borrar de tu mente todo lo malo del mundo. Sólo existía ella y su aura de despreocupación que resultaba altamente contagiosa.
Su mano apretaba fuertemente mi dedo índice cuando la metía en su cuna. No quería que me fuera de su lado y, francamente, yo tampoco tenía demasiada voluntad para irme lejos de ella. Era la criatura más hermosa y adictiva que he conocido en mi vida.


Mírala ahora. En su cuarto. Para verla tengo que acercarme sigilosamente mientras escucha enfundada en sus cascos esa música atormentada de voces en grito y guitarras a pleno rendimiento. Ya no queda ni una de esas curvitas, es una palo en pleno crecimiento. También quedan atrás aquellos días en los que no quería que me fuera de su lado, ahora es feliz en la infinita soledad de su habitación. Sin embargo miro sus ojos, esos ojos grandes que siguen transmitiendo tanta vida... y veo en ellos a mi niña. No importa qué edad tenga, dentro de esa rebelde adolescente está mi pequeña, que sigue necesitándome a su lado aunque todavía no se dé cuenta ni sepa bien cuánto.

Me acerco lentamente y la abrazo con todas mis fuerzas.
- Ais mamá, déjame. ¿Ahora qué te pasa?
- Nada hija, que te quiero demasiado.

martes, 20 de julio de 2010

Tristeza en estado puro

Clavo mi mirada en esos inescrutables ojos y veo algo distinto en ellos. El intenso color verde azulado que solía destacar a primera vista ha cambiado y se ha convertido en un verde grisáceo vacío de colorido y vida.
Pero no sólo su color es distinto, también la expresión que tienen ha cambiado. Los recordaba grandes, vivarachos, con ganas de contagiar alegría con sólo mirarte una vez. Pero esa mirada que sonreía aún sin boca ni dientes, se ha vuelto la más oscura y apagada que he visto nunca.
Sin color, sin alegría, sin expresividad, como si algo desconocido los hubiera cambiado desde dentro. Una mirada perdida, sin rumbo, llena de dolor y pena ocultos de los que no se puede deshacer.
Llena de impotencia y consciente de una realidad que cada vez resulta más difícil de esconder, decido quitar la mirada del espejo y volver a encerrarme en las páginas de un libro, en el cual la vida es más apetecible que mi auténtica realidad.

domingo, 4 de julio de 2010

Nieve

Las gotas golpean el cristal. Siento la calidez de mi habitación con el radiador a máxima potencia. Qué suerte la mía, pienso. Un gato negro corre al otro lado de la calle para refugiarse debajo de un coche. La noche es cerrada y mis párpados pesan más de la cuenta...

Amanece con un tímido sol apoyado entre nubes y el parque de mi calle completamente nevado. Corro hasta la habitación contigua.
- Vamos José, ¡despierta! Tienes que venir a ver esto.
Es la primera vez que veo la nieve. Me parece tan preciosa que muero de ganas por tocarla con mis propias manos.
- Jolín José ¡levántate ya! Mira, ¡hay nieve en el parque!
- Lucía, vuelve a la cama. Todavía es temprano...
- No. yo quiero bajar a jugar. Claro como tú ya la has visto... eso no vale, no es justo, porque como eres mayor y tú puedes hacer lo que...
- A ver Lucía - Me corta - si bajamos un rato ¿prometes no darme la lata el resto del día?
- ¡Lo prometo, lo prometo! - Grito emocionada-
Me pongo mi ropa de abrigo; gorro, orejeras y guantes incluidos. Bajo las escaleras corriendo seguida por mi hermano.
Zambullo mis brazos en el montón de nieve para hacer mi primera bola, mientras noto como el frío traspasa mis guantes y moja mis manos.
Miro a mi hermano y le digo con voz apagada:
- Pero si moja...
- Pues claro tonta, ¿qué creías que era la nieve?
- Agua congelada, lo sé, pero pensaba que...
- Cabeza hueca.
Ante tal contestación miro el montoncito de nieve que sujetan mis pequeñas manos y, con toda la fuerza que puedo conseguir, lo lanzo directamente contra mi hermano. Paf.
- Te vas a enterar lista...
Así empieza la gran batalla, corriendo uno tras el otro, lanzando nuestras balas blancas. Nieve y risas.

Suena el despertador. Sentada sobre la cama me calzo las zapatillas. Me acerco al cristal de mi ventana; sigue lloviendo y tengo que ir a trabajar. Me miro en el espejo del baño y veo en el reflejo mi cara con una tonta sonrisa que irradia felicidad. Qué bonito soñar con los recuerdos de la infancia.

sábado, 3 de julio de 2010

B & S

Just because I love you...

viernes, 2 de julio de 2010

En voz alta

Oigo mi nombre en un grito, un chirrido de ruedas y un fuerte golpe. Mi cuerpo queda tendido, inerte sobre el asfalto, mientras la gente se agolpa a mi alrededor. A lo lejos, el sonido de una sirena acercándose al lugar. Pero no lo entienden, yo no estoy ahí, ya es demasiado tarde.
Oigo un pitido intermitente y veo mi cuerpo tumbado en una cama.
Sé que no debería seguir aquí, que no tendría que estar viéndolos a ellos mientras sufren por mi, cuando yo lo único que no siento es precisamente eso, sufrimiento o dolor alguno.
Hoy me he dado cuenta de tantas cosas que me han quedado por hacer, tantas cosas que nunca tuve el valor de decir en voz alta...
Puedo verlos a todos en la habitación. Veo a mis padres sentados a mi lado rotos por dentro. Mi madre con los ojos inundados en lágrimas que parecen imposibles de controlar. Mi padre con el brazo sobre sus hombros en un gesto de confort que realmente no puede dar. Para que negarlo, siempre fui su ojito derecho. Javi, con la cara desencajada y pensando seguramente en la pelea de ayer; creo que ese viejo CD que le cogí prestado y que tantas broncas estúpidas ha costado dejará de ser su favorito y se cubrirá de polvo en la estantería. Si pudiera habérmelo traído aquí... ¿Qué queréis? Es realmente bueno.
Mi Cristina, tú fuiste testigo de todo. Nunca olvidaré tu rostro, el cálido sonido de tu voz y el tacto suave de tu mano. Ojalá no la hubiera soltado en aquel momento para cruzar, sólo quería arrancar una flor del parque para ti cuando todo pasó.
Detrás de ellos estaban mis amigos: No faltaba ninguno. Era tan raro verlos con ese semblante tan serio que parecía hasta imposible de creer. Ismael apunto de llorar, siempre tan sensiblón; Sé fuerte, ¿vale? En mi cabeza retumbarán por siempre vuestras risas, os quiero chavales.
Deciros a todos que os quiero y que os echaré de menos. He sido muy feliz y os lo debo a cada uno de vosotros. Gracias por regalarme vuestro tiempo y por ofrecerme lo mejor que teníais, a vosotros mismos. No quiero que estéis tristes. He vivido intensamente y jamás me ha faltado nada. Os tenía a todos vosotros y eso me ha bastado.
Sólo quisiera poder levantarme ahora, abrazaros a cada uno de vosotros por última vez y decir esto en voz bien alta...

En ocasiones los deseos se cumplen, tuve suerte. Creo que el teneros ahí y las ganas de rodearos con mis brazos fue lo que me hizo volver a ese cuerpo, cambiar ese pitido intermitente por mi propio ritmo y abrir de golpe los ojos. Lo primero que salió por mi boca fue un débil "Gracias".
En ese mismo momento decidí gastar mis fuerzas en lo que más deseaba en el mundo, decirle a mi gente que la quería más que a nada y el privilegio que significaba poder considerarlos parte de mi.
Dicen que los milagros no existen. Disculpad si yo creo en ellos.

lunes, 28 de junio de 2010

La primera luz del día

Siempre recordaré el primer día que la vi en el cálido mes de septiembre. Yo estaba leyendo en el sillón del porche y debían ser entre las 6 y las 7 de la mañana. Además de los corredores matutinos habituales, nadie más solía acercarse hasta el final de la playa donde se encontraba la casa de mi abuela incrustada en las rocas.
Me llamó la atención su larga melena negra que ondulaba con el viento procedente del mar. Su piel era sumamente pálida y sus ojos, en la distancia, parecían grandes y de un color claro pero intenso. Su belleza me recordaba a aquella de la nobleza de época.
Al día siguiente la escena ocurrió de nuevo, como si de un 'déjà vu' se tratase. Vi sus pies arrastrarse por la orilla mientras las olas los mojaban una y otra vez con su vaivén.
Así se repitió un tercer y cuarto día antes de decidir armarme de valor y averiguar quién era esa misteriosa muchacha.
Era jueves por la mañana; acabé de desayunar y me vestí rápidamente. No entendía porqué estaba tan nervioso. Pero aquel día no apareció, ni al siguiente...
Me pasé el fin de semana pensando qué habría sido de ella y porqué desapareció tan misteriosamente como llegó a esa playa.
A la semana siguiente, cuando ya había perdido toda esperanza, me asomé a la ventana y la vi. Estaba acurrucada en una de las rocas cercanas con sus delicados brazos sujetándose las rodillas y la mirada perdida en lo profundo del mar.
Corrí hacia ella sin sentido, sólo pensé que no quería que se escapara una vez más sin saber siquiera su nombre. Cuando me planté delante de ella con la respiración entrecortada por la carrera, me dí cuenta de lo extraño que podía resultar ver como un desconocido corría de manera tan desesperada hacia ella y así lo reflejaron sus ojos.
Clavo su mirada en mi, de un azul tan intenso que parecía atravesarte. Sus ojos eran grandes y de corte felino, siempre los recordaré como los ojos más bonitos que he visto en mi vida.
Cuando nuestras miradas se cruzaron lo único que salió de mi boca fue un tímido "Hola..." que sonó estúpido o al menos a mi me lo pareció. Ella giró lentamente su cabeza y se puso de nuevo a mirar al mar.
- ¿Cómo te llamas? - Pregunté.
- ¿Porqué quieres saberlo? -Respondió ella de forma seca y cortante.
Y ahora cómo le decía yo que tan sólo necesitaba saberlo...

- Curiosidad supongo... yo me llamo Alejandro. ¿Puedo sentarme a tu lado?
- Mmmm... vale.

Estuvimos hablando durante horas hasta que ella anunció que debía volver a casa. Nos levantamos para irnos, nos despedimos y volvimos a nuestras casas en direcciones opuestas hasta que me di cuenta.
- ¡Ey, espera! - Grité. - ¡No me has dicho cuál es tu nombre!
- ¡Tendrás que adivinarlo!
Así fueron pasando los días en los que sustituí mi libro por conversaciones variopintas con... seguía sin adivinar su nombre. Todos los días me daba 3 intentos. Carmen, Laura, Esther... probé con tantos que ya no sabía qué podía hacer.
El tiempo voló. Septiembre había terminado y nuestros caminos tenían que separarse de nuevo y para siempre. Ella tenía que irse a otra ciudad con su familia por motivos de trabajo.
El último día en la despedida se me ocurrió que había una pregunta que nunca le había hecho, nunca supe porqué iba tan pronto a la playa cada día. Su respuesta fue la que tiempo después me haría descubrir el secreto mejor guardado, su nombre.
- Muy sencillo. - Me dijo. - Porque yo soy la primera luz del día.
Nos despedimos, nos prometimos seguir en contacto, y le di mi dirección y teléfono ya que ella desconocía la suya del nuevo destino. No tuve noticias suyas. Ninguna llamada, ninguna carta.
Años más tarde volvía a visitar la vieja casita de mi abuela. Seguía tan acogedora como siempre y con ese olor a salitre típico de la zona. Me asomé a la ventana para ver el mar, y entonces la vi. Había crecido, casi tanto como yo, pero su pelo largo y negro era inconfundible. Estaba sentada en la misma roca donde hablamos por primera vez. Salí corriendo hacia ella y me quedé plantado enfrente sin saber que decir, cómo tantos años atrás. Entonces ella giró su mirada hacia mí, y con una sonrisa en los labios me preguntó:
- Supongo que ahora me preguntarás cómo me llamo, ¿Verdad?
- No. - Respondí. - No hace falta, ya sé tu nombre, lo supe al día siguiente de despedirnos.
- ¿Cómo?
- Tú me diste la clave con la primera luz del día. Me alegra volver a verte Alba.
Su rostro se iluminó y sus ojos se llenaron de felicidad. Bajo de la roca y me rodeó con sus brazos.
- Perdí tu dirección Álex, te prometo que quería escribirte, saber de ti. Lo único que se me ocurrió fue venir aquí cada septiembre para volverte a ver y explicártelo, pero tu casa seguía apagada y vacía y yo ya no...
- Shhh -Le corté poniendo mi dedo índice en sus labios. - Ahora ya no importa, estamos aquí juntos los dos de nuevo. Y no volveré a correr hacia ti con temor a que desaparezcas. Esta vez no dejaré que te alejes de mi nunca más.

jueves, 24 de junio de 2010

:D

50 visitillas! gracias por vuestro apoyo :)

miércoles, 23 de junio de 2010

Algo mágico...


Tiempo de preparación. Llamadas desde casa, desde el móvil y entendimiento escaso entre los interlocutores. Nuevos métodos de ingresos que retoman lo prehistórico del correo habitual dejando de lado esa "modernidad" de las tecnologías informáticas.

Puesta a punto de las maletas y a dormir... como se puede. Madrugón heroico y comienza la aventura recogiendo a los componentes de la partida. Un coche negro sale de su cálido garaje para realizar la primera parada dos calles más allá. Ya somos dos. Un pueblo, y tres. Otro pueblo donde el sol escala por el cielo pero el frío aprieta a esas horas. Ya estamos todas, las cuatro.

Un viaje por carretera que, aunque largo y pesado, comenzamos con alegría y optimismo (y alguna que otra cabezadita). Llegamos ocho horas después al lugar de destino. El calor abrasador no nos incomoda porque empieza nuestra aventura, con un apartamento diminuto (hay quien diría acogedor) en un pueblo a orillas del mar con preciosas casas blancas por doquier.

Y pasa el tiempo... vemos playas kilométricas y pueblecitos encantadores como sólo los puede haber en el sur. Disfrutamos del mar, los bocadillos en la playa y los rayos del sol. Anochece tras el mar, belleza en estado puro.
Cenas, juegos de cartas y dados, música, fiesta y puestecillos hippies. Comprando regalos o con asaltos al bol de pasta. No importa, son nuestras noches, de las cuatro.
Una vivencia única, que esperemos sea la primera de muchas más. Gracias por entrar en mi vida y llenarla con recuerdos como éstos. Fue mágico... Cádiz 2009.

martes, 22 de junio de 2010

Antiguas "creaciones"


Aunque la gente cambia y los gustos también siempre hay algo que te recuerda quien fuiste...
... y las personas que siempre han estado ahí.

lunes, 21 de junio de 2010

Un mundo distinto, mi universo paralelo

A veces sueño despierta, ¿Quién no lo hace alguna vez? En mis sueños existe un mundo distinto, un universo paralelo en el que nunca hay piedras con las que tropezar ni cimas que alcanzar. Cierto es que se hace el camino andando, pero la tentación de un mundo fácil nos llega a todos tarde o temprano. Y es que... ¿A quién le gusta equivocarse? Porque francamente a mi no...
En ocasiones siento que debo estar mostrando en todo momento lo mejor de mí. Debemos ser amistosos y cercanos para nuestros conocidos, el mejor hombro para los amigos, los más adorables para nuestra pareja y, cómo no, el hijo perfecto para nuestros padres. Sé lo que piensas, que todos tenemos momentos malos y todas esas personas siguen a nuestro lado si nos aprecian realmente, y lo que más me gusta de tus pensamientos es que en parte tienes razón.
Pero sería realmente cómodo andar por la vida sin preocuparte de la calificación que vas a obtener o cómo hacerte merecedor del reconocimiento en el trabajo. Sólo me gustaría tener un período de desconexión en el que todo el mundo pudiera quitarse la coraza y sentirse libre. Porque a veces únicamente una brisa matutina puede enseñarnos que hay aire fresco para disfrutarlo, y que podemos hacerlo dejando a un lado lo que "debería ser" y cambiarlo por un "lo que siento y quiero hacer".