sábado, 23 de marzo de 2013

La metáfora de las relaciones



Nunca he creído en el amor a primera vista. Sí existe la chispa que recorre tu cuerpo cuando ves a alguien que realmente te atrae… pero de la atracción al amor hay un gran paso. Una parte de ese paso puede ser, de hecho, la relación.

Hoy quiero hablar del ciclo de vida de las relaciones.

A los que provienen del mundo del marketing quizás les suene aquello de que un producto tiene un ciclo marcado por 4 fases: Introducción, crecimiento, madurez y declive. Pues bien, anuncio públicamente mi creencia acerca de que las relaciones tienen las mismas 4 fases exactas.
La idea viene de cero, con una mirada, una sonrisa… algo que despierta en tu interior y que empieza a INTRODUCIRSE en tu corazón y en tu cabeza. Todavía no tienes claro si es lo que buscas pero cada día tienes más ganas de vivirlo y disfrutarlo, aunque sea un mero intento.

Luego viene el CRECIMIENTO del sentimiento en sí, donde descubres todo lo bueno: lo que te hace feliz, las cosas en común, las cosas que os diferencian y os hacen mejorar, aprender. En este punto la burbuja es irrompible, el pensamiento es único, el universo entero gira en torno a los movimientos de la otra persona. Cada uno tiene un grado, está claro, pero el amor nos “eleva” queramos o no.

Más tarde llega el peligroso momento: la relación es estable, el amor es consistente y diversas acciones surgen en las mentes de los individuos afectados: casarse, vivir juntos, quizás tener hijos o quizás sólo amarse. La relación se siente en su máxima plenitud, DESARROLLADA, al igual que las dos personas que la viven, realizadas, llenas, felices.

Y entonces llega el fin del ciclo, la etapa de capa caída, cuando las relaciones entran en un DECLIVE amoroso. Existen aquellas que se dan cuenta que no se necesitan ni se quieren tanto y desaparecen. Otras que realizan un Marketing intenso y consiguen darle la vida necesaria para empezar el ciclo. Las que se acomodan en una estabilidad que aunque ínfima en ocasiones resulta cómoda, fácil, sin esperanzas pero tampoco desilusiones.

Ciertamente quien me conoce sabe que ésta es la visión más crítica que puedo compartir, porque a pesar de todo, soy una enamorada del amor. Nunca he sido una persona conformista. Me gusta ser feliz por encima de todas las cosas, porque sé que hay relaciones que te aportan 360 días de feliz al año (daremos un margen de error de 5 por ser precavidos...). Simplemente no luchar por ello me parece de cobardes o para ser más comedida diremos de conformista “no a lugar”. 


Luchar, creer, ser valientes y sentir...  Porque el amor es la verdadera chispa de la vida…digan lo que digan los de Coca-Cola.

jueves, 21 de marzo de 2013

El poder del silencio



Todas las mañanas caminaban juntos. El uno junto al otro.
Sin hablarse, sin tocarse.

Ella era feliz andando a su lado.
Él era feliz viéndola feliz a ella.

Se miraban, sonreían. Todo era fácil, real, intenso.

Ella lo sabía en su interior y no dijo nada.
Él también lo sabía y no se atrevió a decirlo.



Un día él no estaba tan feliz.
Él no se levantó para caminar con ella.

Al día siguiente sí caminaron de nuevo.
Se miraron pero no sonrieron.



Ella no se atrevió a pararlo. Él no supo si debía hacerlo.



Él no volvió a caminar a su lado. Ella supo que tendría que aprender a caminar sola.

jueves, 29 de septiembre de 2011

Marta y sus canicas


A sus 10 años de edad, Marta Ruiz podía presumir de la colección más sensacional de canicas de todo su colegio. La cuestión no era tener muchas, sino conseguir aquellas más especiales, esas con las que nadie más contaba. Eran un total de 14 canicas, todas ellas diferentes. Tenía varias favoritas en su colección con las que no le gustaba jugar, pues las veía como pequeñas y redondas formas de arte, dignas de mención especial y a su vez mini-artículos de coleccionista.

Su favorita era un poco más grande de lo normal. Del tamaño de un grano de uva. A simple vista era negra, pero cuando la ponía al sol de ella lucían pequeños destellos morados. También tenía otra de tamaño anómalo, pero esta otra destacaba por su pequeñez. Era blanca nacarada y con incrustaciones en piedra de todos los colores. Había otra que parecía una más, cristal transparente con las típicas ondas interiores de colores varios, pero Marta podía diferenciarla entre un millón pues fijando un poco la vista se veía que el azul claro y el oscuro que la dominaban sus ondas se mezclaban entre sí como un error perfecto.

Un día jugando con sus amigos, Clarita le preguntó por esas tres canicas con las que nunca jugaba. Le dijo que se jugaba todas sus canicas a cambio de esa “azulita” tan rara. Al principio dudó... mucho que perder... tanto que ganar. La colección de Clarita no estaba mal, eran todas muy bonitas e incluso algunas de esas bolitas de cristal las reconoció como suyas en otro tiempo, antes de perderlas en una de esas partidas de recreo. Claro que Marta había ganado muchas más y decidió jugar para intentar tener de nuevo esas viejas canicas en su saquito. Pero perdió, y así es como con cara triste se tuvo que despedir de “azulita”.

Esa misma tarde en el parque, sin ganas de jugar con sus amigos, se quedo en un rincón y sacó del saquito de terciopelo sus canicas especiales, la blanca y la negra. Mirándolas se dijo a si misma que mientras tuviera esas 2 canicas no se acordaría de “azulita”, y que seguro que Clarita la guardaría bien.

Pero de repente oscureció y empezó a llover muy fuerte. La pequeña bolita de nácar calló a la tierra y enseguida se hundió. Ella intentó buscarla pero su abuela le tiraba del brazo para ir a casa así que cogió su pequeña gran bola negra y se fue corriendo. A la mañana siguiente, con el sol en lo alto, volvió al mismo lugar en el parque para buscarla, pero ya era tarde. Su canica blanca debía estar ya muy lejos de ella.

Los días siguientes tuvo tanto miedo de perder su última canica especial que no la sacaba de su saquito para nada. Sólo le quedaba esa y no quería perderla por nada del mundo.

Un buen día, su hermana pequeña entró en su cuarto mientras ella no estaba y volcó todas sus canicas en la cama. Cogió con sus deditos aquella gran canica y la puso a la luz. Marta vio como su canica negra reflejaba de nuevo esos matices morados que hacía tanto que no veía por miedo a sacarla, así que se acercó a su hermana y le preguntó si le gustaba. Cloe con una sonrisa en la cara le dijo que nunca había visto una bolita morada como aquella. Ni Marta tampoco.

Ella siempre había considerado que la canica era negra, y que era el sol quien la volvía morada. Miró a su hermana y le dijo que la canica era suya, por haber visto en ella su verdadero color. Y Cloe se la llevó a su cuarto la mar de contenta. Marta nunca se había dado cuenta de su color real, y fue así como supo que no le pertenecía.

Y ésta es la historia de Marta y sus canicas y de cómo hoy, muchos años más tarde, las recuerda como sus 3 joyas redondas, que aún sin estar en sus manos siguen siendo dignas de mención especial.

viernes, 8 de abril de 2011

A LAS 2 DE LA MAÑANA

Hoy me ha dado por pensar... esa cosa que muchos sabemos hacer pero a veces se nos olvida practicar. He pensado en las cosas buenas, en las malas, en las que ves y en las que no ves, y como todas estas se entrelazan continuamente. A veces vemos lo bueno y miramos a otro lado frente a lo malo, creyéndonos así felices. También hay quien sólo ve lo malo creyéndose desdichado y haciendo que lo bueno de cada cosa resulte tan ínfimo que pase a ser invisible.

Siempre me han dicho que hay que ser positivo en la vida, sacar lo bueno y valorarlo como se merece por muy insignificante que parezca. No sólo me ha parecido una buena idea, sino que es el lema que practico tan asiduamente como puedo.

Hoy me han mostrado que hay que mirar lo malo, directamente, sin miedo, y lo que es aún más importante: sin intentar cambiarlo. Las cosas no son siempre como queremos, es ley de vida que lo que para uno está bien para otro no lo es tanto. La vida es una balanza que nunca se decanta hacia donde tú quieres, sino hacia donde debe ser. Tienes 2 opciones: esperar que cambie de inclinación o adaptarte a la nueva faceta que presenta la vida.

Nunca me ha importado amoldarme a las nuevas situaciones, es más, me gusta acoplarme a todo tipo de personas y de contextos. En los que me siento cómoda y en los que no. Creo que eso me enriquece como persona y me muestra formas diferentes de ver las cosas, ayudándome así a ser una persona más empática.

Sin embargo hay situaciones que te sobrepasan. Cuando te acoplas y acaba viéndose mal, cuando intentas cambiarlo y es tan mentira que también es malo, cuando sacas lo positivo y eres egoísta (adivina...está mal...) o si cierras los ojos sin más siendo hipócrita contigo y con la situación.

No tengo un manual de actuación, desgraciadamente nadie lo tiene. Lo único que si tengo es la mejor disposición y buena voluntad en lo que hago, y quien no lo vea así creo que tiene que practicar. Practicar, pensar. Ver lo bueno, lo malo, valorar y entender.

Quizás sea un lío de palabras, quizás nadie entienda ni la mitad de estas líneas. ¿Qué queréis? Son las 2 de la mañana, y no sé si mi cabeza está cansada de tanto pensar o saturada de tanto en lo que pensar. Un pequeño matiz, también a valorar.

sábado, 27 de noviembre de 2010

Rescate número 2

Aquí va el segundo "positivo" prometido...

EL JARDÍN DONDE LOS SENDEROS SE BIFURCAN (Año 2003)

Hoy he vuelto de nuevo a nuestro jardín y un cúmulo de inexplicables sensaciones invade mi ser. No sé que debo hacer, pero por fin me he decidido ha hablarte:

Hace un mes que no venía por aquí, no tenía suficiente valor para volver al último sitio donde te vi lleno de vida, donde te vi sonreir, donde te pude abrazar...¡Siempre te he querido tanto!
Ahora todo es distinto, quererte me desgarra el alma porque siento que no puedo tenerte y eso me mata, me ahoga por dentro. No aguantaría poder verte como un cuerpo inmóvil al que parece que se le escapa la vida, por eso te escribo en vez de hablarte como lo hice hace días desde los pies de la cama de aquel triste hospital.
Siento no estar contigo, sé que es ahora cuando más me necesitas pero al ver tu rostro con esa infinidad de diminutos tubos y no poderlo acariciar... tengo miedo de hacerlo y causarte algún daño, pero más miedo me da perderte sin haberte dicho que te amo.

Desde el día que nos conocimos comenzó una amistad, la cual fue creciendo sin parar. Cada día veníamos a este jardín donde hacía de mi sueño una realidad: Ver esa sonrisa que me invadía de felicidad, recorrer juntos el camino. juntos hasta el final, sin separarnos un momento.

Un par de días han pasado y la pena continúa invadiéndome. Ayer cuando caminaba por el jardín un sentimiento afloraba en mi piel más real que la propia vida: Te quiero y nunca lo podrás saber. Te he perdido para siempre, ya nunca te podré tener, nada tiene sentido par mi y mi fe se desvaneve por completo.
Siento culpa por no haber podido estar contigo en aquel momento, por no haberte dicho adiós. Impotencia, por desear algo con todas tus fuerzas y no poder hacer nada al respecto.

Ahora pienso en el jardín, en nuestro caminar juntos diario y temo no poder seguir adelante. No creo poder volver a él, pues me hace recordarte tanto que duele. "Este es nuestro jardín, pequeña" solías decir... Pero hoy todo ha cambiado, jamás será de nuevo nuestro jardín. Pues hoy es el jardín donde los senderos se bifurcan, nuestros senderos se bifurcan por primera y última vez.

Rescate número 1

Buscando entre papeles esta mañana he encontrado 2 pequeños textos creados hace años... Me ha provocado una sonrisa poder recordar aquellos momentos y me apetece compartir mi forma de escribir de aquel entonces... Espero que os gusten y os hagan recordar a alguno de vosotros aquellas clases de literatura del colegio en las que si escribías redacciones te ponían un "positivo" (¡Qué tiempos! jajaja). Aquí va el primero de ellos...


CARTA A UN AMOR PERDIDO (Año 2002)

Toda mi vida la he pasado buscándote. Jamás pensé que alguien pudiera hacerme feliz como lo has hecho tú. Nunca imaginé que fuera posible que después de tanto dolor pudieras hacerme creer de nuevo en el amor.
Antes de ti no entendía que cuando amas a alguien lo haces con todo tu corazón, pero sólo tú comprendiste cuan inmensos eran mis sentimientos y en lugar de asustarte y salir corriendo los aceptaste, los igualaste e incluso en ocasiones llegué a pensar que los superabas.
A tu lado era la persona más feliz del universo y eso era lo único que importaba. Despertaba cada mañana a tu lado y siempre me recibías con una sonrisa, un beso, una caricia...

Ahora tengo miedo. Me siento perdida sin ti, sin tus dulces ojos almendrados que con una mirada de apoyo me hacía sentir comprendida. Sé que nunca nadie me volverá a mirar de esa forma, sé que nunca amaré a nadie como a ti.
En cuanto vi la manera en que el médico venía hacia mi lo supe. Ya era demasiado tarde. Te había perdido para siempre.


Ya han pasado casi 2 años y tu recuerdo permanece imborrable en mi cabeza. Me paso los días sin dormir y el tiempo parece haberse parado a mi alrededor. Te escribo esta carta deseando que desde donde quiera que estés puedas leerla; que veas que aún te amo y lo seguiré haciendo siempre, que no puedo pensar en otra cosa que no sean tus ojos, tu sonrisa...
Quiero que sepas que lo más bonito que me ha pasado en la vida es haberte conocido aquella calurosa tarde de finales de verano.

'Daría mi mundo por ti, mi alma por volver a sentir tu cuerpo junto a mí otra vez. No sé si puedes verme, lo único que sé es que jamás te olvidaré y que al final de mis días, mi amor, te encontraré...'

miércoles, 27 de octubre de 2010

El viaje de huida


El reloj de la iglesia marcaba las doce pero la plaza continuaba desierta. La brisa helada azotaba su rostro dejándolo tan helado como su corazón. La soledad le absorbía por dentro y la desesperanza inundaba su ser. Había pasado una hora y nada indicaba que aunque esperara más tiempo a ver su silueta aparecer ésta lo hiciera. No le culpaba. Tampoco a si misma. Sabía que había luchado por él y él por ella, como la gacela que intenta escapar de las fauces del león… pero todos sabemos como suelen acabar esas carreras.

Se sentó en su maleta y sacó papel y un bolígrafo de su bolso de mano. Cuando acabó su carta arrancó una flor del jardín de la iglesia y la enganchó junto a la carta en un saliente de la pared del edificio. Recogió su maleta y se dirigió a la estación con toda la determinación de la que fue capaz… sin mirar atrás. En silencio, una lágrima tras otra resbalaban por su rostro.

Tomó el tren de las doce y cuarto como tenía previsto pero con el asiento contiguo vacío. Dejó en él su bolso como si éste fuera a llenar el vacío que ese asiento significaba. Sabía que su familia nunca le habría dejado ir. Quizás tenían razón y Lucas era demasiado bueno para ella. De repente el sonido de la puerta del vagón abriéndose hizo brillar sus ojos en un atisbo de esperanza. Cuando vio a una acalorada joven entrando en el habitáculo todo el mundo volvió a caer ante ella. Clavo su mirada en el cristal prometiéndose no girar de nuevo la cabeza. Mirando el horizonte dejo que el traqueteo del tren apaciguara su alma y la sumiera en el más profundo de los sueños.

Entrando en la última estación despertó incómoda por los rayos de sol que esquivaban el inmenso banco de nubes que dominaban aquel día gris. Con los ojos medio abiertos estiró su brazo hasta el asiento contiguo para recoger su bolso y sacar algunas galletas que había preparado para el viaje. Rebuscando dentro encontró una flor que le resulto muy familiar, ya que pocas horas antes habían sido sus manos las que la arrancaran del jardín de la iglesia de su pueblo natal. Sorprendida levanto la vista y buscó con la mirada a quien pudo haberle puesto la flor en su bolso. Recorrió el tren de vagón a vagón cuando chocó contra un hombre que llevaba un café entre sus manos. Rápidamente se disculpó pero cuando alzó la vista lo vio, era él. Lucas había cogido el tren.

No sabía cómo lo habría logrado, pero su sola presencia hizo borrar todo su sufrimiento anterior. Se lanzó a sus brazos y se fundieron en un cálido beso.


En ocasiones para ser feliz nos hace falta muy poco, así que… ¿qué menos que luchar por ello?