viernes, 2 de julio de 2010

En voz alta

Oigo mi nombre en un grito, un chirrido de ruedas y un fuerte golpe. Mi cuerpo queda tendido, inerte sobre el asfalto, mientras la gente se agolpa a mi alrededor. A lo lejos, el sonido de una sirena acercándose al lugar. Pero no lo entienden, yo no estoy ahí, ya es demasiado tarde.
Oigo un pitido intermitente y veo mi cuerpo tumbado en una cama.
Sé que no debería seguir aquí, que no tendría que estar viéndolos a ellos mientras sufren por mi, cuando yo lo único que no siento es precisamente eso, sufrimiento o dolor alguno.
Hoy me he dado cuenta de tantas cosas que me han quedado por hacer, tantas cosas que nunca tuve el valor de decir en voz alta...
Puedo verlos a todos en la habitación. Veo a mis padres sentados a mi lado rotos por dentro. Mi madre con los ojos inundados en lágrimas que parecen imposibles de controlar. Mi padre con el brazo sobre sus hombros en un gesto de confort que realmente no puede dar. Para que negarlo, siempre fui su ojito derecho. Javi, con la cara desencajada y pensando seguramente en la pelea de ayer; creo que ese viejo CD que le cogí prestado y que tantas broncas estúpidas ha costado dejará de ser su favorito y se cubrirá de polvo en la estantería. Si pudiera habérmelo traído aquí... ¿Qué queréis? Es realmente bueno.
Mi Cristina, tú fuiste testigo de todo. Nunca olvidaré tu rostro, el cálido sonido de tu voz y el tacto suave de tu mano. Ojalá no la hubiera soltado en aquel momento para cruzar, sólo quería arrancar una flor del parque para ti cuando todo pasó.
Detrás de ellos estaban mis amigos: No faltaba ninguno. Era tan raro verlos con ese semblante tan serio que parecía hasta imposible de creer. Ismael apunto de llorar, siempre tan sensiblón; Sé fuerte, ¿vale? En mi cabeza retumbarán por siempre vuestras risas, os quiero chavales.
Deciros a todos que os quiero y que os echaré de menos. He sido muy feliz y os lo debo a cada uno de vosotros. Gracias por regalarme vuestro tiempo y por ofrecerme lo mejor que teníais, a vosotros mismos. No quiero que estéis tristes. He vivido intensamente y jamás me ha faltado nada. Os tenía a todos vosotros y eso me ha bastado.
Sólo quisiera poder levantarme ahora, abrazaros a cada uno de vosotros por última vez y decir esto en voz bien alta...

En ocasiones los deseos se cumplen, tuve suerte. Creo que el teneros ahí y las ganas de rodearos con mis brazos fue lo que me hizo volver a ese cuerpo, cambiar ese pitido intermitente por mi propio ritmo y abrir de golpe los ojos. Lo primero que salió por mi boca fue un débil "Gracias".
En ese mismo momento decidí gastar mis fuerzas en lo que más deseaba en el mundo, decirle a mi gente que la quería más que a nada y el privilegio que significaba poder considerarlos parte de mi.
Dicen que los milagros no existen. Disculpad si yo creo en ellos.

No hay comentarios:

Publicar un comentario