Todas
las mañanas caminaban juntos. El uno junto al otro.
Sin hablarse, sin tocarse.
Sin hablarse, sin tocarse.
Ella
era feliz andando a su lado.
Él era feliz viéndola feliz a ella.
Él era feliz viéndola feliz a ella.
Se
miraban, sonreían. Todo era fácil, real, intenso.
Ella
lo sabía en su interior y no dijo nada.
Él también lo sabía y no se atrevió a decirlo.
Él también lo sabía y no se atrevió a decirlo.
Un
día él no estaba tan feliz.
Él no se levantó para caminar con ella.
Él no se levantó para caminar con ella.
Al
día siguiente sí caminaron de nuevo.
Se miraron pero no sonrieron.
Se miraron pero no sonrieron.
Ella
no se atrevió a pararlo. Él no supo si debía hacerlo.
Él
no volvió a caminar a su lado. Ella supo que tendría que aprender a caminar
sola.
Ya era hora...
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